En una gran casa de dos pisos con sótano y altillo en las
afueras de la ciudad, vivía una mujer de nombre Tania de 53 años de edad, ella
había enviudado hace no más de 2 años, nunca pudo tener hijos con su marido y
en cambio, estaba acompañada de un gato gris enorme y gordo de la raza Maine
Coon llamado Eliot, también de una gata negra de la misma raza que Eliot
llamada Misha, y de un perro gigante negro de gran porte, con cara de pocos
amigos, cruza de Mastín napolitano y San Bernardo de nombre Klaus.
Misha y Eliot respetaban un pacto que habían hecho con el
gigante Klaus de no agredirse y de cuidar con garras y dientes a su dueña
Tania.
Una tarde, Tania estaba en su casa, cuando de pronto, se
abrió la puerta de calle de golpe, Klaus Misha y Eliot estaban en la sala de
estar, que estaba al lado del recibidor, en el cual había un closet para los
abrigos y la escalera a los pisos altos de la casa, ellos tres acompañaban a
Tania y se quedaron mirando la puerta, la mujer se percató que los animales
miraban la entrada de la casa y se levantó a cerrar la puerta, echarle llave y
volvió a su sofá para continuar leyendo un interesante libro.
-Misha, Klaus ¿Lo vieron entrar? – Preguntó Eliot a sus
compañeros.
Misha solo se le quedó mirando, en cambio Klaus, con un grueso
vozarrón le contestó:
-Todos lo hemos visto, pero nuestra dueña simplemente no
puede, dejemos pasar unos días.
Los días que siguieron a ese hecho, cuando Tania dormía o
estaba en otros lugares de la casa, se escuchaban crujidos en los peldaños de
la escalera, puertas abrirse solas y crujir, pasos en los pasillos de los
dormitorios, se lo veía a Klaus ladrarle a la oscuridad y a la nada, a Misha
mirar a la nada, observaba a Eliot erizarse y ponerse en posición de ataque, se
escuchaban sonidos raros en el altillo, pero ella estaba más preocupada en su
tristeza y en su trabajo y las tareas de la casa y tomaba esas actitudes de sus
mascotas como naturales.
-Nuestra dueña no escucha nuestras advertencias… ¿Qué
hacemos? Eliot, Klaus ¿qué haremos con el intruso?- preguntaba Misha
lamentándose.
El gato y el perro se miraron y asintieron mutuamente. Eliot
le dijo a ambos:
-Esperaremos a que nuestra ama no esté en la casa, y lo
echaremos, tendremos que emboscarlo, mientras tanto trataremos de no levantar
sospecha. -Dijo el gato y se quedaron discutiendo qué hacer.
Llegado el día, una noche en la que Tania fue invitada a
comer por sus amigas y luego a tomar unas copas en un club, solo quedaron en la
casa Misha, Eliot y Klaus con el intruso.
Tania solía dejar una de las luces de la casa para que se
sintieran acompañados, solía ser la luz de la sala de estar. Esa noche, solo
estaba ahí Misha en el borde de la luz, cerca de la sala de estar, se
escucharon pasos que eran crujidos viniendo del lado contrario.
La gata sin siquiera perturbarse, vio una sombra negra
acercársele con una sonrisa de dientes podridos y unos ojos rojos como la
sangre.
-Yo no me acercaría si fuera tú -le dijo la gata al ente.
Se escuchó una risa maniática provenida de la sombra
sonriente y cuando estuvo por acercarse a la gata, se escucharon pesados pasos
venir de la oscuridad.
-Hazle caso a la gata – dijo la voz gruesa de Klaus, al que
le brillaban los ojos en la oscuridad se le veían unos enormes dientes y le
salía saliva de sus fauces. Al lado del perro, brillaron otros dos ojos más
pequeños, eran los de Eliot, que se lamía los dientes y colmillos.
-Sí hazle caso - dijo Eliot con una voz desencajada.
El ente se asustó y trató de escapar de la casa, pero en la
puerta que apenas logró dejar abierta, las poderosas mandíbulas de Klaus y las
de Misha y Eliot desgarraban su etérea existencia.
Tania llegó a su casa, vio la puerta abierta de su casa
abierta de par en par y llamó a la policía desde su teléfono móvil. Se acercó a
la casa luego de bajar de su automóvil y observó en la puerta a sus tres
mascotas, con una extraña sombra negra colgando de sus bocas, alcanzó a tocar
el pedazo que colgaba de la boca de Klaus y no podía agarrarlo, era como si no
estuviera tocando nada. No supo que excusa inventarle a la policía, solo que los
vecinos le avisaron que entró a robar un ladrón.
Los ruidos de la casa dejaron de sentirse, gracias a que
ellos lograron echar al intruso, días después, las vidas de Klaus y sus
compañeros gatos, volvieron a ser tranquilas.
Fin.
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