Mapa de La Dimensión Mágica de Bosques

Mapa de la Dimensión Mágica de Bosques

  Mapa de la Dimensión Mágica de Bosques   La Dimensión mágica de Bosques, lugar donde habitan los seres tres esencias y algunos yok...

lunes, 26 de marzo de 2018

El mejor de todos




El mejor de todos

Hansen, un perro pastor alemán, estaba junto a su compañera Rita, una ovejera alemana y su amigo Adam, un dobermann negro, echados frente a la chimenea buscando calor y pasando un frio y crudo invierno de nieve blanca en la residencia de sus amos.
Hansen ya tenía 20 años de edad, pero aun podía moverse, aunque con un poco de dificultad, era hijo de dos perros de raza pura, ganadores de concursos.
Mientras miraba hacia una ventana, recordaba a su linaje canino, sus antepasados que sirvieron en la milicia como perros de guerra, algunos parientes más cercanos como perros al servicio de la policía. También recordaba las camadas de cachorros que tuvo en su vida, los ladrones que atrapó irrumpiendo en su casa, aquella vez que perdió un ojo enfrentando a un perro muy bravo siendo joven, cómo había terminado de perro guardián en la casa de sus amos junto a Rita que llegó muchos años después siendo cachorra y cuando el juguetón y algo bruto de Adam lo trajeron de un refugio todo flaco y casi en los huesos.
Esa noche en particular, sus dueños y los niños de la casa habían ido a dormir temprano y los dejaron a los tres en la planta baja junto a la chimenea. De pronto, empezó a haber una densa niebla en la sala de estar, y se apagó de golpe la chimenea. Rita, Adam y Hansen estaban asustados, Rita y Adam ladraban a más no poder, pero Hansen se quedó quieto con la cabeza apoyada en el suelo.
De la niebla apareció una figura femenina vestida con una túnica negra que se acercaba a los tres canes, de pronto, les habló a ellos con una voz calma
-Hansen, es tu hora, he venido a buscarte.
Hansen pensaba si había sido un buen perro en sus 20 años de vida perruna, la mujer adivinando su pensamiento le dijo:
-No has sido un buen perro, has sido el mejor de todos, es tu hora, acompáñame, ellos estarán bien aquí, tienen una familia muy amorosa a fin de cuentas –dijo tiernamente la dama.
Hansen se levantó del suelo, esta vez sintiéndose muy liviano, caminó al lado de la mujer de túnica negra que le acarició el lomo, de la niebla se abrió un portal blanco, y los compañeros de Hansen empezaron a aullar, y Hansen los miró y les ladró por última vez a sus amigos, miró su cuerpo tirado en el suelo por última vez, miró al portal y se dispuso a cruzarlo.

Fin

miércoles, 21 de marzo de 2018

Los guantes mágicos


Hace mucho, muchísimo tiempo atrás…
En un viejo imperio de oriente donde había lámparas mágicas, alfombras voladoras y mujeres que adivinaban la suerte, había un hombre llamado Abdul que hacía túnicas, mantos, sandalias, vestidos, en fin, el hombre se ganaba la vida haciendo vestimentas y las vendía en mercados, era ropa de una excelente calidad que no había forma de compararla en todo el imperio.
Este hombre que se ganaba la vida vistiendo a los demás, tenía una hija muy bonita llamada Alessa a la que le gustaba bailar, que si no fuera porque tenía que dormir y comer, estaría bailando de sol a sol. Alessa tenía 18 años, amaba bailar, siempre lo hacía a toda hora, iba vestida con la bella ropa que su padre hacía para ella.
Un día, una mujer se le presentó a Abdul haciéndole un extraño pedido, la mujer quería deshacerse de unos cascabeles que ella decía que eran mágicos y no podía tenerlos encima por mucho tiempo. Antes de que el hombre pudiera reaccionar, la extraña mujer desapareció dejándole los cascabeles al costurero.
Abdul llamó a su hija Alessa para que viera los cascabeles y escuchara el extraño ruido que estos hacían, un ruido que si se hacían sonar varios de ellos de determinada forma, era un sonido hipnótico. Entonces la joven, pidió a su padre que le hiciera algo para poder hacerlos sonar, algo que pudiera llevar en sus manos, el hombre pensó largamente qué hacer y al final se le ocurrió algo.
Días después, Alessa estaba bailando en la calle y su padre la llamó, ella se presentó ante su padre y su padre, le mostró unos extraños objetos con forma de guantes sin dedos.
-Padre, ¿cómo se usa esto? –preguntó la niña desconcertada.
- Esto se usa uno en cada mano.
- ¿Le has puesto los cascabeles?
-Así es, úsalos en tus manos y marca un ritmo con ellos.
Alessa emocionada al oír el ruido de los cascabeles en sus manos, no pudo evitar dar pasos de baile y empezar a danzar. La chica, salió corriendo al mercado, más precisamente a una zona por donde circulaba muchas personas. Y empezó a batir palmas marcando un ritmo y empezó a bailar, todas las personas que circulaban por ahí; hombres, mujeres y niños quedaron hipnotizados por el ritmo de los cascabeles y los bellos pasos de baile de Alessa.
De casualidad estaba por ahí un hombre de la corte del emperador, que no pudo sacarle los ojos a la chica que bailaba y estaba encantado de ver tan maravilloso espectáculo, se abrió paso entre la multitud y le habló a la bailarina.
-Disculpe joven señorita, soy un funcionario de la corte del emperador, creo que sería un gran espectáculo para nuestro líder.
-Debe hablar con mi padre, él es que decide por mí, acompáñeme a mi casa y hable con él.
Llegaron a la casa del costurero, el funcionario habló con Abdul, y dijo que no se iría sin un sí como respuesta, incluso llegando a decir que el sería el que le confeccionaría la ropa al emperador y su hija sería bailarina de la corte en el palacio. El costurero no tuvo opción ante la oferta de hacer la ropa al máximo mandatario. Al otro día fueron llevados ante el emperador, el cual quedó maravillado con las prendas de vestir presentadas como regalo de Abdul y el exquisito don de baile de Alessa
La chica bailaba todos los días en el palacio, maravillando a todos, menos a una sola persona, que odiaba a Alessa, unos de los cortesanos, que descubrió que los guantes de Alessa eran los responsables de su éxito, envió a soldados robar los guantes.
Pusieron los guantes por separado en cofres para ser llevados lo más lejos uno del otro, uno hacia occidente y el otro hacia oriente. Pero a la mitad del camino, en ambos cofres, empezaron a sonar los cascabeles en ambos lugares, uno en el lejano oriente y el otro en el lejano occidente, la curiosidad de los jinetes pudo más que ellos, abrieron los cofres y mágicamente se hicieron etéreos y desaparecieron ante la atónita vista de los hombres.
Alessa estaba triste porque no encontraba sus guantes de cascabeles y antes de salir a bailar para el emperador, se miró las manos, y como por arte de magia, escuchándose en el aire un sonido cada vez más fuerte, aparecieron los guantes en sus manos, y ella, con gran alegría, salió una vez más a bailar para el emperador y todo el palacio.

Fin

miércoles, 14 de marzo de 2018

La maldición de la tribu de lobos



La maldición de la tribu de lobos

Érase una vez, una tribu de lobos…
Un momento, ¿por qué una tribu de lobos? Es lo que seguramente has pensado, sigue leyendo y lo descubrirás.
Una manada de lobos que vivía tranquilamente en el bosque, sin hacerle daño a nadie, estaba como todas las noches comiendo las presas que se habían cazado en el atardecer, eran unos treinta lobos; contando machos, hembras y jóvenes lobos que ese día pasaban a ser adultos.
Se presentó ante ellos un malvado hechicero que era enorme el odio que tenía hacia los lobos, su intención era convertirlos en miserables humanos para luego exterminarlos, en especial a esa manada que era la que por así decirlo, eran los dueños de ese hermoso bosque.
El hechicero empezó a llamarlos con insultos, a despreciarlos, a mofarse de ellos. Toda la manada empezó a perseguirlo hasta un claro en el centro del bosque, y viendo que no faltaba ni un solo lobo sin estar presente en el lugar, el malvado hombre les dijo:
-         - ¡Malditos lobos! ¡les llegó su hora! Este bosque será mío cueste lo que cueste y ustedes serán transformados en simples y miserables humanos ¡Vagarán para siempre por este maldito mundo!
Dicho todo esto, el hechicero empezó a mover su báculo mágico y empezó un encantamiento, se oscureció el cielo, y los lobos empezaron a aullar pidiendo por la luna, las nubes que tapaban la luna se corrieron de su lugar, dejándola al descubierto. El hombre reía mientras terminaba el encantamiento, los lobos se convirtieron todos del primero al último en humanos.
Sin embargo, el confiado hechicero se volteó y miró la luna; enorme blanca y redonda y miró a los ahora humanos gritarle a la luna, miró otra vez la luna, entonces él volteó a los que antes eran lobos y sus ojos de ser humano mostraron un gran terror.
Los antes lobos, luego humanos, empezaron a convertirse en bestias de grandes garras, colmillos largos, a cubrirse de pelos y alargarse sus orejas y sus caras pasaron de rostros humanos a caras de bestias, todos ellos, los treinta seres, se convirtieron en hombres lobo, pues su espíritu animal estaba intacto, al aullar a la luna durante el encantamiento y al ser bañados por la luz de la misma, hicieron fallar al hechicero, y de pasar de lobos a humanos, luego pasaron a ser un término intermedio de los dos anteriores.
El hechicero no daba crédito a lo que veía, las bestias aullaron por enésima vez a la luna que iluminaba todo el claro, el hombre, aterrado, no podía moverse, estaba inmovilizado del miedo. Toda la manada o al menos los más feroces de la misma, corrieron hacía el hechicero, lo rodearon   y empezaron a despedazarlo, a comérselo por el daño que les hizo, sin dejar de masticarlo ni un solo segundo con una gran saña y enorme voracidad.
Un rato después, solo quedó la ropa, él báculo y los huesos del desgraciado que antes de ser comido, era un humano.
Ya calmada la conmoción, hablaron entre ellos ¿Qué irían a hacer a partir de ahora? ¿Cómo vivirían? ¿Dónde habitarían?
Vieron un rayo de luz bajar de la luna y gran resplandor blanco, del que salió una mujer, vestida de blanco, de ojos blancos en su totalidad, y de piel blanca como la leche, esta se presentó diciendo que era la Luna y diciendo al grupo de bestias:
-No teman, soy la luna a la que todas las noches le aúllan, vengo a responder a sus problemas. Solo les puedo decir que puedo hacer que cambien de: lobo a humano, de humano a lobo, de lobo a hombre lobo y de hombre lobo a lobo y de hombre lobo a humano con total fluidez entre los tres seres que son ahora y sin mí ayuda. Pero temo que no puedo romper la maldición de ese detestable brujo, tendrán que vagar por la tierra como él ha conjurado, pero descuiden, tendrán siempre mi protección.
Dicho todo esto, la mujer acarició las cabezas de las bestias, alegres por lo dicho por su siempre protectora luna.
Y a partir de ese día, los treinta vagaron por la tierra, aprovechando el cambio de forma para esconderse, y se organizaron en forma de tribu, dejando descendencia y jurando encontrar la forma de, si era necesario, romper su maldición, la maldición de la tribu de los lobos.

Fín