Mapa de La Dimensión Mágica de Bosques

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miércoles, 14 de marzo de 2018

La maldición de la tribu de lobos



La maldición de la tribu de lobos

Érase una vez, una tribu de lobos…
Un momento, ¿por qué una tribu de lobos? Es lo que seguramente has pensado, sigue leyendo y lo descubrirás.
Una manada de lobos que vivía tranquilamente en el bosque, sin hacerle daño a nadie, estaba como todas las noches comiendo las presas que se habían cazado en el atardecer, eran unos treinta lobos; contando machos, hembras y jóvenes lobos que ese día pasaban a ser adultos.
Se presentó ante ellos un malvado hechicero que era enorme el odio que tenía hacia los lobos, su intención era convertirlos en miserables humanos para luego exterminarlos, en especial a esa manada que era la que por así decirlo, eran los dueños de ese hermoso bosque.
El hechicero empezó a llamarlos con insultos, a despreciarlos, a mofarse de ellos. Toda la manada empezó a perseguirlo hasta un claro en el centro del bosque, y viendo que no faltaba ni un solo lobo sin estar presente en el lugar, el malvado hombre les dijo:
-         - ¡Malditos lobos! ¡les llegó su hora! Este bosque será mío cueste lo que cueste y ustedes serán transformados en simples y miserables humanos ¡Vagarán para siempre por este maldito mundo!
Dicho todo esto, el hechicero empezó a mover su báculo mágico y empezó un encantamiento, se oscureció el cielo, y los lobos empezaron a aullar pidiendo por la luna, las nubes que tapaban la luna se corrieron de su lugar, dejándola al descubierto. El hombre reía mientras terminaba el encantamiento, los lobos se convirtieron todos del primero al último en humanos.
Sin embargo, el confiado hechicero se volteó y miró la luna; enorme blanca y redonda y miró a los ahora humanos gritarle a la luna, miró otra vez la luna, entonces él volteó a los que antes eran lobos y sus ojos de ser humano mostraron un gran terror.
Los antes lobos, luego humanos, empezaron a convertirse en bestias de grandes garras, colmillos largos, a cubrirse de pelos y alargarse sus orejas y sus caras pasaron de rostros humanos a caras de bestias, todos ellos, los treinta seres, se convirtieron en hombres lobo, pues su espíritu animal estaba intacto, al aullar a la luna durante el encantamiento y al ser bañados por la luz de la misma, hicieron fallar al hechicero, y de pasar de lobos a humanos, luego pasaron a ser un término intermedio de los dos anteriores.
El hechicero no daba crédito a lo que veía, las bestias aullaron por enésima vez a la luna que iluminaba todo el claro, el hombre, aterrado, no podía moverse, estaba inmovilizado del miedo. Toda la manada o al menos los más feroces de la misma, corrieron hacía el hechicero, lo rodearon   y empezaron a despedazarlo, a comérselo por el daño que les hizo, sin dejar de masticarlo ni un solo segundo con una gran saña y enorme voracidad.
Un rato después, solo quedó la ropa, él báculo y los huesos del desgraciado que antes de ser comido, era un humano.
Ya calmada la conmoción, hablaron entre ellos ¿Qué irían a hacer a partir de ahora? ¿Cómo vivirían? ¿Dónde habitarían?
Vieron un rayo de luz bajar de la luna y gran resplandor blanco, del que salió una mujer, vestida de blanco, de ojos blancos en su totalidad, y de piel blanca como la leche, esta se presentó diciendo que era la Luna y diciendo al grupo de bestias:
-No teman, soy la luna a la que todas las noches le aúllan, vengo a responder a sus problemas. Solo les puedo decir que puedo hacer que cambien de: lobo a humano, de humano a lobo, de lobo a hombre lobo y de hombre lobo a lobo y de hombre lobo a humano con total fluidez entre los tres seres que son ahora y sin mí ayuda. Pero temo que no puedo romper la maldición de ese detestable brujo, tendrán que vagar por la tierra como él ha conjurado, pero descuiden, tendrán siempre mi protección.
Dicho todo esto, la mujer acarició las cabezas de las bestias, alegres por lo dicho por su siempre protectora luna.
Y a partir de ese día, los treinta vagaron por la tierra, aprovechando el cambio de forma para esconderse, y se organizaron en forma de tribu, dejando descendencia y jurando encontrar la forma de, si era necesario, romper su maldición, la maldición de la tribu de los lobos.

Fín

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