La maldición
de la tribu de lobos
Érase una vez,
una tribu de lobos…
Un momento, ¿por
qué una tribu de lobos? Es lo que seguramente has pensado, sigue leyendo y lo
descubrirás.
Una manada de
lobos que vivía tranquilamente en el bosque, sin hacerle daño a nadie, estaba
como todas las noches comiendo las presas que se habían cazado en el atardecer,
eran unos treinta lobos; contando machos, hembras y jóvenes lobos que ese día
pasaban a ser adultos.
Se presentó ante
ellos un malvado hechicero que era enorme el odio que tenía hacia los lobos, su
intención era convertirlos en miserables humanos para luego exterminarlos, en
especial a esa manada que era la que por así decirlo, eran los dueños de ese
hermoso bosque.
El hechicero
empezó a llamarlos con insultos, a despreciarlos, a mofarse de ellos. Toda la
manada empezó a perseguirlo hasta un claro en el centro del bosque, y viendo
que no faltaba ni un solo lobo sin estar presente en el lugar, el malvado
hombre les dijo:
- -
¡Malditos
lobos! ¡les llegó su hora! Este bosque será mío cueste lo que cueste y ustedes
serán transformados en simples y miserables humanos ¡Vagarán para siempre por
este maldito mundo!
Dicho todo esto,
el hechicero empezó a mover su báculo mágico y empezó un encantamiento, se
oscureció el cielo, y los lobos empezaron a aullar pidiendo por la luna, las
nubes que tapaban la luna se corrieron de su lugar, dejándola al descubierto. El
hombre reía mientras terminaba el encantamiento, los lobos se convirtieron
todos del primero al último en humanos.
Sin embargo, el
confiado hechicero se volteó y miró la luna; enorme blanca y redonda y miró a
los ahora humanos gritarle a la luna, miró otra vez la luna, entonces él volteó
a los que antes eran lobos y sus ojos de ser humano mostraron un gran terror.
Los antes lobos,
luego humanos, empezaron a convertirse en bestias de grandes garras, colmillos
largos, a cubrirse de pelos y alargarse sus orejas y sus caras pasaron de
rostros humanos a caras de bestias, todos ellos, los treinta seres, se
convirtieron en hombres lobo, pues su espíritu animal estaba intacto, al aullar
a la luna durante el encantamiento y al ser bañados por la luz de la misma,
hicieron fallar al hechicero, y de pasar de lobos a humanos, luego pasaron a
ser un término intermedio de los dos anteriores.
El hechicero no
daba crédito a lo que veía, las bestias aullaron por enésima vez a la luna que
iluminaba todo el claro, el hombre, aterrado, no podía moverse, estaba
inmovilizado del miedo. Toda la manada o al menos los más feroces de la misma,
corrieron hacía el hechicero, lo rodearon
y empezaron a despedazarlo, a
comérselo por el daño que les hizo, sin dejar de masticarlo ni un solo segundo
con una gran saña y enorme voracidad.
Un rato después,
solo quedó la ropa, él báculo y los huesos del desgraciado que antes de ser comido,
era un humano.
Ya calmada la
conmoción, hablaron entre ellos ¿Qué irían a hacer a partir de ahora? ¿Cómo
vivirían? ¿Dónde habitarían?
Vieron un rayo de
luz bajar de la luna y gran resplandor blanco, del que salió una mujer, vestida
de blanco, de ojos blancos en su totalidad, y de piel blanca como la leche,
esta se presentó diciendo que era la Luna y diciendo al grupo de bestias:
-No teman, soy la
luna a la que todas las noches le aúllan, vengo a responder a sus problemas.
Solo les puedo decir que puedo hacer que cambien de: lobo a humano, de humano a
lobo, de lobo a hombre lobo y de hombre lobo a lobo y de hombre lobo a humano
con total fluidez entre los tres seres que son ahora y sin mí ayuda. Pero temo
que no puedo romper la maldición de ese detestable brujo, tendrán que vagar por
la tierra como él ha conjurado, pero descuiden, tendrán siempre mi protección.
Dicho todo esto, la mujer acarició las
cabezas de las bestias, alegres por lo dicho por su siempre protectora luna.
Y a partir de ese
día, los treinta vagaron por la tierra, aprovechando el cambio de forma para
esconderse, y se organizaron en forma de tribu, dejando descendencia y jurando
encontrar la forma de, si era necesario, romper su maldición, la maldición de
la tribu de los lobos.
Fín
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