Parte 1: La Base subterránea
El metalero Demetrio había llegado al lugar
teletransportándose como ya era costumbre, a una distancia segura, trescientos
metros lejos de la puerta de una base subterránea con la orden de apresar al que
estaba escondido en ella, ya que era un ser que su cabeza tenía un precio al
que no se le podían contar los ceros.
Estaba vestido con su clásica indumentaria, es decir,
borcegos, pantalones de vaquero azules, una remera de bandas de heavy metal
negra, su tradicional chaleco de jean con una mano cornuta en la espalda y
presentaba una larga barba que le daba un aire a motoquero y su infaltable pelo
largo a media espalda.
Antes de dirigirse a la base, se sentó a comer un sanguche
de milanesa completo de tamaño enorme que acompañó con cerveza negra que bebía
de un botellón de dos litros color ámbar oscuro. Cuando terminó de comer y
beber, lanzó un gran eructo de satisfacción al aire.
-¡Maldición! ¡Me estoy exponiendo! –dijo luego de caer en
cuenta de la fuerza de su sonoro eructo.
Miró a su alrededor y habiendo comprobado que nadie lo
escuchó, empezó a caminar hacia la puerta de la base que parecía estar sin
vigilancia.
En eso, empezó a recordar que armas tenía a mano: su manopla
negra, la navaja automática de encantamientos, la daga rasgadora de dimensiones,
la chaira afiladora.
Se detuvo a pensar unos segundos si había traído esa arma
que había encantado hace poco tiempo, a lo que comprobó que sí la tenía en su
poder, tranquilo, siguió hacia la puerta.
Empuñó en su mano izquierda la manopla y la daga en su
derecha, y de un puñetazo sobrehumano, hizo añicos la puerta blindada de dos
hojas de metal reforzado, se levantó una gran humareda gris y espesa que no
dejaba ver nada e hizo toser a Demetrio.
El metalero no imaginaba qué iba a encontrar del otro lado
mientras se disipaba la nube...
Fin parte 1
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