Mapa de La Dimensión Mágica de Bosques

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  Mapa de la Dimensión Mágica de Bosques   La Dimensión mágica de Bosques, lugar donde habitan los seres tres esencias y algunos yok...

sábado, 31 de agosto de 2019

El serpenteo de la cadena (3/3)


Parte final: el idiota y la recompensa

Demetrio terminó de bajar la escalera y le dio una gran patada a la puerta de madera que se partió al medio y quedó astillada, observó que había alguien del otro lado de la habitación, la misma tenía una gran piscina de la que salían cocodrilos feroces en el medio de ella separando en dos partes la habitación.
Le pidió a Erika que se desenroscara y tomándola de la cola la arrojó lejos diciéndole que apresara al que fue a buscar.
Pasados pocos segundos, se escucharon gritos, y el metalero se teletransportó enfrente del que la cadena-serpiente atrapó y estaba constriñendo fuertemente.
-No puedo creer que soporté tan tremenda estupidez, de la puerta de entrada hasta aquí por 50 millones de dólares de recompensa por venir al medio del desierto en una base militar subterránea para atrapar al idiota del hombre-cocodrilo de Elías Forment. -Dijo Demetrio ya harto.
-¡Demetrio Liceros! Soy el hombre-caimán Elías Forment - dijo el abatido en el suelo.
- ¡Que te jodan idiota! Te callas y te quedas quieto o haré que Erika se ponga cariñosa y te dé unos choques eléctricos de 5.000 voltios ya que estás mojado. Tú elijes.
-De acuerdo, me quedo quieto, ¿pero es necesaria la violencia?
-Erika, dale un toque.
-¡No! Me callo me callo.
-¡Jum! Mejor para mí – dijo masticando broncas Demetrio mientras sacaba una larga soga para atar a Elías.
Luego de atar al hombre-caimán, el metalero pidió a Erika que entrara al bolsillo del chaleco y llevó al capturado todo el camino a la rastra, por las escaleras, por al lado de los soldados caídos en el suelo, por el ascensor dándole coscorrones en la cabeza, a la rastra también hasta la puerta que ya había anochecido afuera de la base.
-Nadie va a creerme semejante anécdota, lo que hice por venir a capturar a este sujeto, y todo por 50 millones de dólares que no necesitaba y por una apuesta por perder a los naipes con uno de la casa del agente de recompensas para cazadores ¡un hombre-caimán! ¡Menuda estupidez!
Todo eso fue lo que dijo el metalero Demetrio Liceros antes de teletranportarse al sitio dónde estaba el agente de recompensas, al que le tiró a Elías Forment por la cabeza y le exigió los 50 millones por traerlo vivo y coleando.
Demetrio no se fue hasta terminar de contar todo el dinero y decir:
-¡No vuelvo a trabajar contigo! Ya tengo bastante dinero con mis dos fábricas de destilados y fermentados como para tener agente de cacería y sé trabajar solo en estas cosas paranormales.
-¡Como quieras madrileño!- le contestó el agente.
El metalero se dio la media vuelta y desapareció rumbo a su casa con las maletas llenas de 50 millones de dólares que no necesitaba, por cazar a un idiota caro.

FIN

El serpenteo de la cadena (2/3)


Parte 2: Erika

Disipada la nube causada por el brutal estallido de la puerta, el metalero caminó tranquilamente por un largo pasillo hasta un ascensor que iba hacia abajo solo tres pisos.
-¿Solo tres pisos?- se preguntó molesto.
En eso, dentro del ascensor había un mapa de la base, Demetrio lo consultó y observo que el cuarto y último subsuelo debía ser alcanzado por una escalera de cemento, ya sabiendo esto y teniendo en cuenta que los subsuelos eran muy altos y profundos hacia abajo, tocó el botón hacia el tercer subsuelo.
En el camino lo acompañó una música de ascensor más que aburrida.
-Demonios, ¿a quien se le ocurrió poner Jazz como música por defecto en estos aparatos?- se quejaba el metalero cruzado de brazos.
Habiendo llegado al tercer subsuelo, se abrió la puerta de ascensor y Demetrio se encontró con una puerta la abrió de par en par y vió que lo recibían las cosas de siempre, un gran grupo de soldados humanos del que no quería ser atrapado, armados de cuchillos y bates con pinches.
El metalero acostumbrado a tumbar multitudes, solo tuvo que alzar la manopla y golpear el suelo, haciendo caer a la masa de soldados y cruzó entre los caídos que se retorcían con total tranquilidad.
Abrió una segunda puerta, y al voltear luego de cerrarla, había una multitud de zombis, solo revoleó los ojos hacia arriba y negó con la cabeza mientras suspiraba molesto.
-¡Daga corta dimensiones, rasga la realidad! – exclamó y saltó al otro lado de la alta habitación aterrizando al lado de la puerta siguiente del otro lado de la misma habitación y volvió a exclamar.
-¡El Puño de arrgnabak! –dijo Demetrio al segundo de abrirse la rasgadura espacio temporal empujando a todos los zombis al otro lado y cerrándose en milésimas de segundo.
-Me llevan los demonios ¿Qué hay detrás de la segunda puerta? ¿Vikingos berserker? -Dijo al abrir la puerta y haber deseado comerse las palabras pronunciadas al acertar su predicción.
Detrás de la puerta, lo esperaban cinco hombres corpulentos que pasaban los dos metros de altura y gruñían agitando hachas. Se palmeó la frente y dijo:
-Ya no soporto estas estupideces sacadas de los videojuegos y películas de acción ¡Erika! Sal del bolsillo de mi chaleco y encárgate de estos gigantes.
Algo que no identificaban empezaba a caer de dentro del bolsillo interno del chaleco del metalero y una cabeza de metal, que en realidad era un candado rectangular, se alzaba del piso y serpenteaba. Terminada de salir del bolsillo, los hombres corpulentos la miraron aterrados.
-Eso es… -dijo uno de ellos con una voz temblorosa.
-Eso es Erika, una cadena encantada con magia, para que se comporte como una serpiente, mide dos metros con ochenta centímetros, tiene una cola que parece un cascabel del cual se le puede agarrar de ahí como una empuñadura, su cabeza es un candado horizontal  y solo tiene un ojo.- explicó Demetrio.
-¡Huyamos!- gritaron corriendo a no más poder del miedo los corpulentos gigantes.
 -¡Que descorteses! Odian las serpientes.- pensó el metalero y avanzó a la última puerta, donde detrás de ella ya no había nada más que la escalera de cemento que decía el mapa de la base subterránea para el alivio de Demetrio, que antes de usarla llamó con un silbido a Erika, esta se enroscó en su brazo derecho y puso su cabeza a la altura de la de él.
El metalero bajó la escalera de cemento con Erika en el brazo y se dispuso a buscar al maldito que tenía que apresar.

Fin parte 2

El serpenteo de la cadena (1/3)


Parte 1: La Base subterránea


El metalero Demetrio había llegado al lugar teletransportándose como ya era costumbre, a una distancia segura, trescientos metros lejos de la puerta de una base subterránea con la orden de apresar al que estaba escondido en ella, ya que era un ser que su cabeza tenía un precio al que no se le podían contar los ceros.
Estaba vestido con su clásica indumentaria, es decir, borcegos, pantalones de vaquero azules, una remera de bandas de heavy metal negra, su tradicional chaleco de jean con una mano cornuta en la espalda y presentaba una larga barba que le daba un aire a motoquero y su infaltable pelo largo a media espalda.
Antes de dirigirse a la base, se sentó a comer un sanguche de milanesa completo de tamaño enorme que acompañó con cerveza negra que bebía de un botellón de dos litros color ámbar oscuro. Cuando terminó de comer y beber, lanzó un gran eructo de satisfacción al aire.
-¡Maldición! ¡Me estoy exponiendo! –dijo luego de caer en cuenta de la fuerza de su sonoro eructo.
Miró a su alrededor y habiendo comprobado que nadie lo escuchó, empezó a caminar hacia la puerta de la base que parecía estar sin vigilancia.
En eso, empezó a recordar que armas tenía a mano: su manopla negra, la navaja automática de encantamientos, la daga rasgadora de dimensiones, la chaira afiladora.
Se detuvo a pensar unos segundos si había traído esa arma que había encantado hace poco tiempo, a lo que comprobó que sí la tenía en su poder, tranquilo, siguió hacia la puerta.
Empuñó en su mano izquierda la manopla y la daga en su derecha, y de un puñetazo sobrehumano, hizo añicos la puerta blindada de dos hojas de metal reforzado, se levantó una gran humareda gris y espesa que no dejaba ver nada e hizo toser a Demetrio.
El metalero no imaginaba qué iba a encontrar del otro lado mientras se disipaba la nube...

Fin parte 1