Un día como cualquier otro en el gran bosque, Fédrez (Patas
Blancas) estaba hablando con su padre Horra (Colmillos Largos) sobre cosas de
la Tribu de Lobos, la organización de las manadas, la cría de cachorros, entre
otras cosas importantes. En eso, llegaba Siceva (Ojos Locos) la compañera de
manada de Rodrena (Lomo Oscuro). Siceva, escuchando la conversación padre e
hijo, les dijo:
-Colmillos Largos, ¿ya le has hablado a Patas Blancas de que
debe honrar a sus ancestros ya siendo un miembro del consejo de Alfas?
-¡Ojos Locos! La verdad aún no, pero gracias por
recordármelo. –dijo Horra.
-¿De que se trata esto?- Preguntó curioso Fédrez.
-Debe contártelo tu padre, Colmillos Largos, que no ahorre
detalles.- dijo Siceva y se retiró.
Entonces, Horra empezó a caminar y Fédrez lo siguió,
caminaron a una zona que Fédrez recordaba que de cachorro no le dejaban estar
ahí jugando, una zona muy alejada y distante dentro del bosque. Luego de un
tiempo, llegaron a una parte del bosque donde había 30 Secuoyas enormes que
casi tocaban el cielo, arboles rodeados por un arroyo que se partía en dos y
más lejos recuperaba su gran cauce. En el centro de los enormes árboles, estaba
un árbol número 31 talado hasta casi las raíces, simulando un altar de ofrendas.
Horra, al llegar, empezó a explicar lo siguiente:
-Bien, Patas Blancas, te explicaré que es este lugar, cada
árbol representa a uno de los 30 lobos de la primera manada de la Tribu, sus
hojas representan a todos y cada uno de los que murieron a lo largo de los
siglos, el árbol/altar del medio es para ofrendar algo a ellos, nuestros
ancestros y nuestros muertos, solemos poner flores, alguna planta de hierbas o
algún regalo que signifique algo para nosotros, cada vez que muere uno de
nosotros, crece una hoja en uno de los árboles, aquí es donde honramos a
nuestros ancestros.
Fédrez escuchaba atentamente lo que su padre explicaba sin
perder un detalle y asentía a todo lo dicho.
-Ahora ¿recuerdas las canciones que le cantaba a tus
hermanos y a ti su madre Jinmaz (Bigotes Blancos)? - preguntó Horra.
-Recuerdo unas 5 de ellas.
-¿Recuerdas una que empezaba con “nosotros tus ancestros”?
-Sí, es la que más recuerdo.
-Empieza a cantarla, yo te sigo, oh, y pasa a la forma de
hombre-lobo, es muy necesario, yo haré lo mismo - concluyó Horra cambiando de
forma.
Fédrez cambió de forma, comenzó a entonar los primeros
versos y su padre se le unió, entonces, los arboles empezaron a brillar y se
escuchaban voces fuertes y aullidos provenientes del grupo de árboles cantando la
misma canción que los dos lobos cantaban. Patas Blancas estaba maravillado de
lo que veía, mientras él seguía cantando, su padre recogía algunas flores e
hierbas cercanas y las depositaba en el árbol altar.
-¿Quién eres tú que cantas la canción de los ancestros de la
Tribu? –dijo una estruendosa voz proveniente de uno de los 30 árboles
dirigiéndose a Fédrez.
-Soy uno de los nuevos Alfas del consejo, soy un lobo gris,
mi nombre es Fédrez Patas Blancas, hijo de Horra Colmillos Largos y de Jinmaz
Bigotes Blancos.
- El espíritu de Jinmaz descansa en nuestras hojas, ¿quieres
darle un mensaje a ella?
-Quiero que sepa que nunca la olvido y siempre recuerdo su
presencia, que sepa que estoy bien a pesar de su ausencia, y que cada día soy
más fuerte como ella deseaba que yo fuera.
-Ella ha escuchado tus palabras Patas Blancas, regocíjate,
ella está orgullosa de ti.-Dijo la voz alegremente.
-También, puedes venir a buscar consejo e inspiración cuando
estés en situaciones difíciles o estés desesperanzado, nosotros tendremos una
respuesta o una palabra de aliento para ti -añadió la voz de entre los árboles.
Un rato después, los árboles dejaron de brillar y cesaron
las voces que cantaban, todo quedó en silencio, Fédrez miraba hacia arriba
contemplando la altura de los árboles. A su lado estaba su padre que le dijo:
-Ahora sabes sobre esto tan importante para todos los de la
Tribu, nunca olvides de dónde vienes, nunca olvides honrar a los ancestros,
ellos son nuestros guías espirituales, Luna es solo una benefactora de siglos y
siglos atrás, le estamos agradecidos a ella, pero más a nuestros ancestros,
recuerda mis palabras joven lobo.
Dicho esto, ambos lobos miraron por última vez los 30
árboles, cruzaron el arroyo y empezaron a caminar hacia la parte del bosque
donde habitaban ambos.
Fédrez había aprendido algunas cosas más en su tarea de lobo
Alfa en su bosque, honrar a sus antepasados y a tener un lugar donde visitar
cuando necesitaba recordar a su madre y a sus muertos, había encontrado un
lugar donde pedir consejo, un lugar donde podía conectarse con su naturaleza y
nunca estar solo ¿y dónde podía ser, si no en el gran bosque?
FIN
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