Narufi era una
loba de una de las manadas de los lobos rojos, del enorme bosque que tiene un
pueblo enfrente, separados por un cruce de caminos, ese era su nombre en idioma
lobo, el cual simplemente significaba Pelos Rojos, ella era una joven loba, muy
atenta, ayudaba en la manada en el cuidado de los cachorros, era de soñar
despierta y a veces se distraía con el vuelo de los pájaros.
Una noche de luna
llena, Narufi caminó hacia uno de los claros del bosque, en el que solía
aparecer Luna para hablar con los lobos y escuchar sus pedidos, en ese claro
había una pequeña laguna, una de tantas existentes en el bosque.
Narufi miró al
cielo oscuro en el cual se destacaba el satélite, blanco y redondo, pronunció
las palabras que eran para llamar la atención de Luna y que se presentara en
cuerpo presente. En ese momento, Patas Blancas se despedía de Armel el oso
pardo y caminaba cada uno a su zona del bosque, pero el lobo observó a Pelos
Rojos en el claro de la laguna y escuchó estas palabras salir de su hocico:
-Luna lunera,
señora de blancas ropas, baja del cielo y atiende a este ser del bosque que te
invoca.
Patas Blancas se
escondió detrás de unos arbustos para mirar lo que sucedía sin hacer el mínimo
ruido. En ese momento brilló un haz de luz hacia el piso, y una mujer de túnica
blanca salió de él.
Narufi pensó en
retroceder un poco pero se quedó quieta. En ese momento, mirando a la loba,
Luna dijo:
-¿Cuál es tu
nombre gentil loba roja? ¿Qué deseas?
-Soy Narufi,
mejor conocida como Pelos Rojos, deseo ver cómo sería mi imagen si fuera una
humana- dijo la loba con voz algo temblorosa.
-No tengas miedo,
soy benévola con los seres de este bosque, mírate en este espejo – terminó de
decir Luna y materializó un espejo enorme en el aire.
Pelos Rojos se
miró al espejo y observó a una bella joven de piel blanca, una gran melena de
pelos cobrizos que llegaban por la cintura, vestida con un blanco vestido con
mangas de estilo victoriano hasta el piso, ojos grises, cara salpicada de
pecas, de mediana estatura. Se admiraba su bello vestido, se miraba las manos y
arreglaba su pelo, pero en una esquina observó una cara conocida.
-¡Fédrez! ¿¡Qué
haces espiándome?!- exclamó Narufi enojada
-Fédrez, sal de
ahí lobo curioso, no es bueno hacer eso- dijo Luna
Y Patas Blancas
salió de su escondite en los arbustos y caminó hacia donde ellas estaban.
-Perdón, solo
admiraba la belleza de Pelos Rojos –se disculpó el lobo.
-Disculpas
aceptadas, aun así, ¿me veo bonita de humana? –le preguntó la loba.
-Sí, eso supongo
– dijo el lobo algo incómodo y apartando la mirada.
- ¿Puedes
convertirme en humana querida Luna?- dijo Pelos Rojos a la luna.
-Sí, y también
puedo dejarte cambiar de loba a humana y de humana a loba si ese es tu deseo.
En eso, Fédrez se
acercó al espejo y cambió a forma humana para mirarse en él.
-Bien, Narufi,
¿Ya has decidido?- dijo Luna.
-Sí, quiero ser
la humana que he visto en el espejo y poder cambiar a voluntad de forma.
-De acuerdo,
Fédrez, apártate por favor.
Dicho esto, Patas
Blancas se alejó a una distancia prudencial para que Luna hiciera su magia,
Luna empezó a decir un encantamiento al mismo tiempo que Pelos Rojos fue
rodeada por un remolino de viento.
Terminado el
encantamiento, y disipado el remolino, Luna se acercó a Narufi y se agachó para
decirle al oído los pasos para cambiar de forma, Fédrez no podía disimular que
tenía la vista clavada en la loba. Habiendo terminando de hablarle al oído a
Pelos Rojos, Luna les dijo a ambos lobos:
-Ahora vayan a
dormir, ya es tarde para estar levantados, Fédrez, acompaña a Narufi, yo debo
irme, no olvides practicar tus cambios de forma querida loba- dijo Luna y se
fue en un haz de luz.
Patas Blancas y
Pelos Rojos se fueron caminando a la salida del claro, se saludaron y se fue
cada uno a las cuevas de sus manadas.
La Luna los
miraba y pensaba en lo sucedido en esos momentos
-Estos dos lobos
hacen una bonita pareja, espero que nunca se peleen -se dijo la Luna a si misma
mientras se movía en el cielo nocturno.
Fin
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