Juan despertó con un dolor de cabeza, no sabía
dónde se encontraba, intentó recordar cómo llegó a esa casa deshabitada y
enorme. Se sacudió el polvo de la camisa y recorrió con la mirada la habitación
donde estaba; cuando de pronto, la puerta
de la habitación se abrió invitándolo a salir.
Abandonó la
habitación y trató de recordar que le había sucedido, mientras recorría el
lugar el suelo crujía con cada paso que daba Juan. De pronto, se le cruzó una
mujer a la que reconoció como su amiga Mariana.
-¡Mariana!
-exclamó sorprendido- ¿Qué haces aquí?
-¿Mariana? No,
Mariana no, soy su hermana Clara ¿tú también estás aquí?
-Debemos salir de
aquí cuanto antes.
Ambos empezaron a
buscar la puerta de entrada o alguna
puerta trasera en su defecto. Caminaron y revisaron el suelo buscando alguna
llave tirada o una barra de acero para facilitar la salida.
-¿Cómo
llegaste aquí Mariana?- preguntó Juan
-De la misma
forma que vos, desperté en una habitación llena de oscuridad.
De pronto,
escucharon pasos en el piso de debajo de la casa. Aceleraron el paso y
encontraron la escalera para bajar a la planta baja, pisaron los escalones y
estos rechinaban.
Bajaron con
cuidado y al terminarse la escalera escucharon pasos pesados y ruidos de
cadenas seguido de un grito de ultratumba
-¡De aquí no
saldrán vivos!
Empezaron a
correr a la parte trasera de la casa tratando de no mirar atrás, aún así el
espectro no les perdía pisada. Ganaron la puerta trasera y salieron de la casa
llegando a la calle. Clara miró por encima de Juan toda aterrada y él se dio
vuelta, teniendo al gran espectro detrás de él y solo atinó a gritar
Juan despertó en
su cama, Clara estaba a su lado y él le preguntó:
-¿Tú has soñado
lo mismo que yo?
-¿Te refieres a
la casa de mis abuelos? Sí, no recordaba que mi tío Roberto fuera tan alto.
Trata de dormir.
Pero Juan no
volvió a dormir tranquilo.