-Amo Yaatovias, explíqueme detalladamente cómo es su plan,
quiero tratar de entender que está haciendo - dijo el alto mayordomo estando
parado detrás de la alta silla donde el muchacho de 18 años estaba mirando un
muro de cámaras de seguridad.
-De acuerdo Gerard, lo haré, solo para que veas que soy
genial -Dijo el muchacho girando la silla y con el pecho inflado del orgullo.
Y el muchacho empezó a explicar lo siguiente:
-Lo que he hecho fue mandar matones a robarle a Demetrio
Liceros sus tan poderosas armas; su navaja automática para encantamientos, su
daga de filo infinito, su vara afiladora, su manopla de hierro color negra, su
serpiente encantada hecha de cadenas y su emblemático chaleco. He puesto todo
en esta enorme bolsa anti magia.
El mayordomo asentía mientras escuchaba al pedante muchacho
y este se giraba a mirar las pantallas.
-He puesto cámaras de seguridad en toda la mansión, también
puse dos grandes impedidores de anomalías dimensionales, nadie puede
teletransportarse o generar portales dimensionales a una milla a la redonda.
También vallé todo con alambres electrificados, puse a dos sanguinarias fuerzas
armadas paramilitares a hacer guardia dentro de esa milla. Asesinos a sueldo
igual de sanguinarios. También a leones hambrientos, jaguares, guepardos, cocodrilos,
un gran número de víboras, de serpientes venenosas. Y helicópteros con misiles
y bombas a custodiar todo el aire y tierra.
-¿Y todo eso sería para qué niño Yaatovias?
-Para que Demetrio venga a buscarlas y no tenga oportunidad
de siquiera recuperarlas, para matar a la leyenda cazadora de monstruos y seres
paranormales ¡Y que todo el mundo se entere que fue derrotado por el ingenio de
un adolescente! – terminó de decir Yaatovias.
-Iré a ver si está la comida querido amo.
-De acuerdo, pero no tengo hambre ¡quiero ver este gran
espectáculo!-dijo el muchacho frotándose las manos.
-Como guste niño -concluyó Gerard dándole la espalda y
yéndose por el pasillo a planta baja donde estaba a la cocina.
Yaatovias miraba atentamente miraba cada una de las
pantallas colocadas en su habitación y esperaba impacientemente algún indicio,
se puso los auriculares para comunicarse con los paramilitares y ninguno tenía
señales de él, lo mismo con los asesinos a sueldo y los pilotos de los
helicópteros bombarderos.
Un rato después, escuchó unos pasos en la puerta de la
habitación y dijo:
-Gerard, aún no hay noticias empiezo a sospechar que algo
sucede, Demetrio ya tendría que estar aquí...
-Gerard está durmiendo una larga siesta en el baño de
servicio. - terminó de decir una gruesa voz de acento español.
El muchacho se volteó y allí lo vio, en todo su esplendor con
un ojo morado y con cara de pocos amigos. Metro setenta y cinco de altura, pelo
suelto a media espalda, pesados borcegos, pantalones de jean azules, una remera
negra que estaba mojada y guantes negros en las manos.
Se preguntó como hizo para llegar ahí, si nadie lo había
visto pasar, si estaban los interruptores de anomalías, los animales, los
asesinos a sueldo, los grupos paramilitares. Adivinando su pensamiento,
Demetrio le dijo:
-He usado el alcantarillado de la ciudad y entré por la
salida de escape, que tú ni tienes idea de que existen ambas cosas en esta
mansión, he vivido 15 años en ciudades con túneles bajo tierra, La ciudad de La
Plata, ciudades de EEUU y París. Para llegar aquí estudié el mapa de la ciudad
y el mapa pluvial, las alcantarillas, las bocas de tormenta, cada tapa que hay
en la calle en cada mapa ¿Piensas que iba a ser tan estúpido de hacerme matar
con tremendo batallón ahí afuera? El diablo sabe más por viejo que por diablo.
-¡No puede ser! –gritó Yaatovias.
-Nunca iba a ser vencido a la edad de 45 años, ni siquiera
por un niño de 18 años que aún tiene granos hasta en el trasero. Yaatovias
Letokka Huncasttigo, no engañas a nadie, la inteligencia no es nada si no se
acompaña de la experiencia de años y años de artimañas de cientos de enemigos a
cada rato y sin descanso. Me llevo mis armas y te dejo una lección: no le tomes
el pelo a tus rivales, hasta el más débil aprende a pelear y te saca un diente.
Terminó de decir eso el metalero y el muchacho se le tiró
encima para golpearlo y Demetrio lo esquivó, lo tiró al suelo y le hizo una
llave de sueño al rodearle el cuello con los brazos.
Se levantó del suelo y agarró la bolsa donde estaban sus
armas y su chaleco. Calculó que el muchacho dormiría unas 3 horas de corrido y
estando seguro de eso, se fue caminando hacia la salida de escape, que estaba
en el sótano corriendo una placa de yeso que daba al alcantarillado de la
ciudad.
Caminó hasta perderse en las sombras y rió con ganas, dado
que la situación era más que estúpida, siguió caminando, ya sin problemas,
había recuperado sus armas e iba a crear más si era necesario.
Nada iba a detenerlo otra vez, el metalero era a prueba de
idiotas y de genios, todos tomaron precauciones y fallaron, hasta un niño cuasi
genio, nadie le tomaba el pelo a Demetrio Liceros.
Fin
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