II.
Ya era de
mañana, cuando el Narrador estaba en el
parque de los naranjos contando historias y recibiendo monedas a cambio de su
narración.
Edgardo, por su
parte, había llegado algo agitado y sudoroso, se había quedado dormido; pero
aún así llegó a escuchar el final de un
cuento. Esperó a que la gente se dispersara
y se acercó al anciano Narrador.
-Bien muchacho,
¿Qué quieres saber de mi? –preguntó el hombre.
Y el muchacho le
preguntó:
-¿Hace cuánto
tiempo que narra historias?
-Cuento historias
desde hace siglos, un hechicero me echó una maldición siendo yo el bufón de un
rey de Europa, fui condenado a ser inmortal y el hechizo solo se rompería si por la
recaudación de una de las historias, recibía una moneda de oro.
Edgardo recordó
que la noche anterior no le había dado una moneda. Buscó en sus bolsillos y ahí
estaba una moneda de oro puro.
-Tome señor-dijo
el muchacho extendiéndole la moneda.
El Narrador no
salía de su asombro.
-¡ahora soy libre
al fin! –gritó el anciano
-Antes de irse
¿puede contar una última historia?
- Si muchacho,
con todo gusto elige una de mi libro.
-Esta entonces
-¡Muy bien! Erase
una vez…
Y Edgardo escuchó
la última historia de el Narrador
FIN
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