El señor de los perros
La jauría que elimina descarriados…
Él, un errante acompañado de perros…
Habrán oído del errante de los perros… ¿no oyeron de él? Les contaré de él…
Hace mucho tiempo atrás…
Un muchacho se había rebelado contra un grupo de maleantes, los cuales lo ajusticiaron a golpes, dejándolo casi muerto, cuando de pronto, se llenó el lugar abandonado, ¿de qué? Perros, muchos de ellos, entre ellos: un cane corso, un mastín napolitano, un dobermann, un rottweiler, un pastor alemán, un presa canario, un mastín tibetano, un galgo lobero irlandés, un weimaraner, un dogo argentino, un dingo y un alaskan malamute.
Los perros se presentaron ahí y lamieron sus heridas sangrantes, el muchacho los acarició en la cabeza y ellos lo siguieron toda la vida. De más está decir que los agresores, fueron presa de un enorme miedo y fueron despedazados por los canes.
El muchacho u hombre en este caso, medía metro setenta, de pelo largo castaño, vestido de camisa-saco a cuadros leñadora, pollera escocesa, mirada fuerte y manos abiertas a los costados, movidas con la cadencia de sus pasos decididos y balanceantes, se escuchaba un tap tap tap de sus pasos.
Estaba destinado a vagar por el mundo, acompañado de los perros que lo salvaron, quienes no tenían más destino que ser fieles a alguien, y el hombre, que no tenía otra cosa que hacer que viajar entre mundos, iba con ellos, era el alfa de la manada, el patriarca, el hombre.
Este pintoresco grupo, se dedicaba a vengar gente, no tenían otro motivo que castigar a los descarriados y reclamar sus podridas almas de malos humanos.
Se maltrataba un perro, las noticias de una jauría que despedazó al abusador no tardaban en llegar. Una mujer era asesinada por su marido… ¿adivinen? Aparecía ajusticiado. Una banda de ladrones aterrorizaba un lugar…eran los siguientes en desaparecer.
Había algo que los congregaba, habían sido violentados, vejados, y el padre celestial, al ver que ellos eran lo suficientemente peligrosos, dejó que hicieran justicia.
En todos los planos eran… temidos.
A través de los años, las leyendas hablaban de ellos, de él particularmente.
Un hombre errante, seguido de perros bravos, llenos de un pensamiento en común… justicia, justicia pura y dura.
Ahora que cuento esta historia, no dejo de escuchar en mi cabeza, los jadeos pesados, chasquidos de largas uñas, y un tap tap tap marcado, que no dejan de helarme la sangre cada vez que hablo de ellos, temo de ser su presa si los desprestigio, mientras ustedes que escuchan esta historia que cuento… dudan de mi estabilidad mental.
Fin.